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Mostrando entradas de 2019

Feliz Necedad

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Cada día, varias docenas de veces, tienes sitio en mi cabeza. No me leerás, al igual que no respondes a mis llamadas ni contestas a mis mensajes.  Pero, ¿sabes qué? No importa, porque, estás conmigo en la forma en la que nadie me lo puede quitar. Mil veces me equivoqué y otras mil me equivocaré. Nunca me importó reconocerlo.  Maldigo a todos y cada uno de los que, aún creyendo que hacían lo correcto, han perpetrado en ti el más miserable de los maltratos.  Nunca debiste estar en medio. Por eso, yo nunca te metí aún a riesgo de perder. Lo tenía igual de claro que lo tengo hoy.  Llegará el día en que tú solo veas lo que ahora no ves.  Sólo deseo que la psicopatía que te rodea no te haga sufrir demasiado. Yo sí sé lo que de verdad importa.  Aunque no me veas, aunque me oculten, aunque me sustituyan, aunque me impidan saber de ti, aunque te sigan engañando y asustando, siempre estoy ahí.  Fuiste, eres y serás la persona más importante de mi vida. Nunca me

He aprendido

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A no mendigar por una caricia. A no rogar por un "Te Quiero". A no pedir un beso. A no llorar por un perdón. A no reprochar una promesa rota. A no juzgar sin conocer. A no opinar sin saber.

5 de noviembre de 2017: dos años ya

- “Papá, me recoges mañana en nuestra casa de Ocaña y me llevas al Foster’s Hollywood de Aranjuez a comer, pero al Foster’s Hollywood, ¿eh?”. - “Vale, genial. Sobre la una y media te recojo. Hasta mañana”. Sonaba un tanto autoritario viniendo de un hijo hacia un padre; pero me valía, cualquier cosa me valía. No era momento para exquisiteces. Al fin y al cabo, después de más de dos meses haciendo lo posible y lo imposible, ni siquiera me lo podía creer. Llegó el 5 de noviembre de 2017 : una ilusión. Con puntualidad británica; bueno, adelantándome un par de minutos a la hora fijada, en verdad, fui a recogerlo. Los nervios tampoco me dejaron aguantar esos dos minutos extra. Abrió la puerta de casa con, lo que me pareció, mucha seguridad y una media sonrisa en la cara. Los dos nos montamos en el coche. De camino al restaurante, me dijo: - “Parece que ya me va a tocar estar más tiempo contigo” – me dijo. El alma se me encogió. A lo mejor era cierto y

A veces

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A veces me olvido de cosas importantes. A veces recuerdo cosas que no importan. A veces me enfado cuando no debo. A veces no me enfado cuando debo. A veces no valoro lo que de verdad cuesta. A veces no valoro lo que de verdad cuenta. A veces no me siento orgulloso de lo que debería. A veces me siento orgulloso de lo que no debo. A veces no me doy cuenta de lo afortunado que soy. A veces pierdo la esperanza y me cuesta seguir. A veces me vuelvo a caer. Todas las veces me volveré a levantar. Todo pasa a veces, sólo a veces. A veces no es la mayoría de las veces. Gracias por acompañarme una y otra vez. Ho.

Veinte euros

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La onda expansiva de la hostia rebotó contra las cuatro paredes del salón. La onda expansiva, llenó de metralla el alma e hizo añicos su corazón. Arrastrando la poca dignidad que aún le quedaba bajo los pies, Rebeca, sin abrir la boca, se levantó de la silla. Con pulso tembloroso y la mejilla palpitando de rabia y quemazón, se encerró en el dormitorio y giró el pestillo por dentro. - No me lo merezco. ¿Qué he hecho mal?, ¿qué cojones se supone que he hecho esta vez?, - se preguntaba sin parar. Llovían lágrimas sobre el colchón mientras se apresuró a llenar una bolsa de deporte con lo que tenía más a mano. Llovían lágrimas sobre el colchón mientras se bombardeaba con muchos por qués y ninguna respuesta. Con el impulso que le sobró a su mano derecha para cerrar la cremallera de la bolsa, abrió el pestillo de la puerta. Su dignidad había subido unos centímetros y le quedaba justo debajo de las rodillas. Con un paso que casi rozaba la decencia, se acercó hasta la entrada

Aire sin permiso

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Llegó con las manos vacías y el alma limpia. Iba tan ligero de equipaje, que ni siquiera el sufrimiento acabado de pasar le pesaba ya. Dejó atrás el ahogo, la miseria humana, muchos por qués y casi ninguna respuesta. Estaba orgulloso de haber tomado aire sin pedir permiso por primera vez. Todo empezaba. Todo había acabado. Menos es más, siempre.

Sangre Española

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El limpiaparabrisas, con movimiento rítmico, casi melódico, barría a cada momento la fina capa de aguanieve que se acumulaba sobre la luna delantera del coche. La calefacción estaba milimétricamente encendida en el punto justo que evitaba el vaho en los cristales. Mil novecientos noventa y tres, octubre, domingo, por la tarde, lluvia, cielo gris. Silencio. En silencio los cuatro. A lo lejos, se empezó a divisar la prisión provincial. Estaban llegando. El casette auto-reverse, cambió de cara la cinta. Los primeros acordes de 'Sangre Española' de Manolo Tena sonaban. Algo, en silencio, se removió por dentro en los cuatro. 'Cuando no estás, la pena, mi corazón encadena. Cuando no estás, pierdo el compás. Cuando no estás, quiero llorar'. 'Pasión gitana y sangre española y el mundo en una caracola'.

Galletas rellenas

Era un mediodía de temperatura fría. Podría ser febrero o comienzos de marzo. La primavera aún no se dejaba ver y los años 80 llevaban poco tiempo estrenados. Mamá nos recogió a mi hermana y a mí en la puerta del colegio, como cada día a la hora de comer. En el trayecto, siempre nos acompañaba alguna amiga o vecina nuestra. A cada una, yo la catalogaba con el nivel de simpatía que me sugería. Por supuesto, nada era inamovible y mucho menos el nivel de simpatía. Según el momento, cualquiera de ellas podía pasar del 5 al 8 en cuestión de días. Al fin y al cabo, todos y todas vivíamos en la Casa-Cuartel y en esos años, eso unía mucho. Tras unos minutos de juegos y risas para los niños y animadas conversaciones para las mamás en el patio del Cuartel, los tres nos fuimos hacia el portal de nuestra casa. Nada mas entrar, el pánico se apoderó de mi estómago. Una gitana fea, más negra que el carbón y gorda como ella sola, estaba sentada en una silla frente a la puerta, dand

Descansa para siempre

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Lo llames como lo llames. Puede ser país, nación, estado, patria, mi tierra,... da igual. Lo llames como lo llames, es para sentirse orgulloso. Lo llames como lo llames, esto merece la pena. A menudo, casi a diario, nos asqueamos cuando vemos en televisión todo aquello que usan para enfrentarnos. Estamos hasta los bajos pudendos de Puigdemones, Presidentes con Falcon, Maduros, Putines, Femi-Estalinistas, Heteropatriarcas y Junckers varios. Nos olvidamos casi a diario también, de todo lo que nos une, de compartir el dolor, la alegría y el honor. En la distancia, hoy toca compartir el dolor de un padre o una madre que nunca más volverá a ver a uno de sus hijos. No creo que haya un dolor comparable, porque es dolor de alma. Por mucho que se empeñen en dedicar miles de millones de Euros a fomentar lo que nos separa, este país, patria, estado o nación, merece la pena. Me siento orgulloso de compartir lo que nos une. Mañana nos volverán a separar de nuevo, pero hoy no toca.