Noche de Corpus

Noche del Corpus Christi, Toledo, primavera de 1.992. 

En el Corralillo de San Miguel; al frente el imponente Alcázar; de fondo sonaban Los Lunes con 'Los años que nos quedan por vivir' desde la terraza del chiringuito.

La ciudad entera olía a juncos, romero y tomillo. Cada rincón vestía sus mejores galas. Las callejuelas del casco histórico, desde Alfileritos hasta Santo Tomé estaban cargadas de mantones, farolillos y flores. 

Las sillas de mil formas y colores, esperaban en las aceras impacientes por ver amanecer, atadas con cuerdas a las rejas y muros de casas y palacetes. 

Riadas de gente paseaban con paso lento llenando calles y plazas, disfrutando de la noche de la Ciudad. La noche con mayúsculas. Costaba moverse con soltura. 

María, fuera de aquel bullicio, sentada en la tapia que daba vistas a las rondas del Tajo, en penumbra, estaba muy nerviosa. El reloj de Zocodover dio las diez y ella aseguró que aún no era la hora revisando la esfera Tous de su muñeca. 

‘Este jodido reloj, se adelanta hasta en los días importantes’ – pensó, con una media sonrisa en la cara.

Rebuscó en su bolso el vaporizador de colonia pequeño y se puso un poco de Miss Pinaud detrás de las orejas y en las muñecas. 

María siempre había sido una muñequita con alas de cristal. Hasta menos de un año atrás, su belleza se escondía detrás de unas gafas horribles, pero las lentillas le habían traído a la cara, con diecisiete añazos, un resplandor y una alegría interior que desbordaba por los poros de su piel. 

Había estado dando una vuelta con Celia, Sofía y Esther; 'las chicas'; y, aunque tenían mesa reservada desde hacía días a la hora de la cena en La Abadía, María se marchaba justo antes de llegar a la puerta del restaurante, porque tenía otros planes.

 - ‘Jo tía, que ilusión. Mañana por la mañana te llamo y me lo cuentas todo. No te dejes ni un solo detalle o me enfado, ¿vale?’ – le dijo Sofía, soltándole un besazo en la mejilla y con un fuerte achuchón.

 - ‘¡Uf!, estoy super nerviosa’ – contestó María.
 - ‘Venga, vete que al final vas a llegar tarde y no queremos que sea por nuestra culpa’ – apuntó Celia.

 - ‘Nada chicas, tranquilas. Estoy a un pasito y seguro que llego yo la primera’ – respondió María, mientras espolvoreaba besitos con las manos por el aire para sus amigas.

Alguien Le tapó los ojos con las manos y le dio un beso muy suave en la mejilla derecha. 

 - 'Tú no me ves, pero yo me alegro infinito de verte', le dijo al oído. 

 - '¡Rafa!, ¡al final has venido!, deja que te vea, anda'. - dijo María. 

Rafa retiró las manos de los ojos de María y con un salto se puso delante de ella. 

 - '¡Tachán! Aquí está tu chico del campamento del año pasado'. - gritó Rafa. 

 - 'Rafa, ¡estás guapísimo!'. 

Los dos se fundieron en un abrazo de los que duelen durante más de un minuto, mientras se acariciaban la espalda. 

Cogidos por la cintura, la luz de la luna se reflejaba en el brillo de sus ojos.

Rafa tocó los labios de María con el dedo índice de su mano izquierda mientras le decía:

 - 'María, esta vez sí, por favor. Esta vez, lo tenemos que intentar. Quiero que salgas conmigo y sólo acepto un no por respuesta si es lo que te pide tu corazón'.

María, no respondió. Se quedó junto a Rafa, acurrucada, de conversación en conversación hasta que el alba les avisaba de que era hora de volver a casa. 





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