La fiesta de los globos: 3SN


En homenaje a la I Marcha Estatal por los derechos de los niños


-'Yaya, ¿qué te pasa?' - preguntó Carolina a su abuela, mientras jugueteaba con unos globos.

Un señor muy simpático que llevaba la foto de un bebé en la camiseta, le había regalado un globo rosa y otro azul, antes de empezar el paseo que había hecho con su tito Juan Luis y con los yayos, Gloria y Manuel por Madrid.

En la caminata había muchos señores y muchas señoras con unos carteles muy grandes. A veces tocaban el pito, cantaban canciones y regalaban pegatinas a montones.

Había muchos más niños. Algunos llevaban globos de color verde, pero a Carolina le gustaban más los suyos porque flotaban y los verdes no.

También había otros señores que eran policías, que no decían nada y parecía que estaban un poco enfadados, pero no se metían con nadie.

-'Nada, cariño, la yaya está cansadita, pero nada más' - le respondió la abuela con una sonrisa forzada, giñándole el ojo derecho.

Gloria, sentada en el Paseo del Prado, casi derrotada y con los ojos vidriosos, miraba con rabia a La Cibeles mientras apoyaba la barbilla en el cartel.

'888 días sin mi Alejandra. ¡Justicia ya!, decía su cartel.

Juan Luis, sin poder quitarse las gafas de sol, observaba la escena de Carolina y Gloria a menos de dos metros, mientras intentaba tragarse el nudo de su garganta.

888 días… 888, ¡qué casualidad! Este numerito me persigue, - pensó.

Aunque habían pasado casi 9 años, recuerda como si fuera ayer, la primera vez que llevó a su niña a ver el mar.

La pequeña tenía 4 años. Era la época en la que pegaba fuerte en televisión el anuncio de 'los pelochos', del teléfono de información 11888, que tanta gracia le hacía a Alejandra.

El día que llegaron a la playa y se registraron en el Hotel de Lloret de Mar, les dieron la habitación 888. Como no podía ser de otra manera, automáticamente, y, por los siglos de los siglos, quedó bautizada como 'la habitación de los pelochos' para los tres de la familia.

Juan Luis sonrió para sí, mientras recordaba la escena y la ensalada de recuerdos que vino de repente a su cabeza.

-‘Bueno, familia, son más de las dos ¿nos vamos a comer o qué?’, - preguntó el yayo Manuel en voz alta mientras estiraba la espalda y dejaba de recostarte sobre banco de piedra ya indolente.

-‘¡Sí!, yo quiero pizza’, dijo Carolina.

-‘¡Genial! Venga, vámonos, que hoy invito yo. Hay un VIPS aquí cerca y puedes pedir todo lo que quieras. – dijo Juan Luis mientras aupaba a hombros a su sobrina.

En el restaurante, entre trozo y trozo de pizza, Carolina miró muy seria a Juan Luis y le preguntó:

-‘Tito, ¿a ti cuándo te va a tocar que Alejandra esté con nosotros? Quiero que venga conmigo a comer pizza y a jugar.’

-‘Muy pronto, mi vida, muy pronto’- respondió Juan Luis.

-‘Hay unos señores que tienen que terminar unos papeles y están tardando un poquito más de tiempo, pero ya queda poco’, añadió.

Carolina sonrió mientras le daba un sorbo a su Aquarius y a la vez empezaba a pensar en lo que iba a querer para el postre.

Gloria, apretó muy fuerte la mano de Juan Luis por debajo de la mesa.

Café cortado con nudo en la garganta, sería el suyo.

Ver feliz a Carolina, aunque echase de menos a su prima Alejandra, merecía la pena. 


Comentarios

Popular

Galletas rellenas

Mis armas

Once primaveras

5 de noviembre de 2017: dos años ya

Por ellos